Como iglesia apostólica tenemos la gran responsabilidad de influenciar sobre las familias de nuestra nación y así edificar una sociedad que tenga como fundamento a Jesucristo y para lograrlo el trabajo en los matrimonios es esencial.

Vivimos en tiempos en que los matrimonios son el blanco de satanás y ese ataque es en realidad, un ataque a la sociedad misma, aún más a Dios mismo que fue quien lo creó. El enemigo sabe que si puede destruir el matrimonio, puede destruir las familias y con ello la sociedad y a humanidad.

Es por eso que nuestra pasión más grande es hacer rente al enemigo, estableciendo matrimonios sólidos y saludables, que caminen bajo los principios de la palabra de Dios, superando juntos adversidades, conflictos y construyendo sus hogares sobre la roca que es Cristo y formando generaciones con convicciones correctas de modo que sean marcadas y separadas por él y para él.

Como iglesia de la familia, creemos en el diseño original del Padre y por tanto creemos en la unión entre hombre y mujer, bajo la bendición y protección del pacto matrimonial como dice Génesis 1:28 “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves del los cielos, y en todas las bestias que se mueven en la tierra”, lo cual se complementa con Génesis 2:24 “.

Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Por ello luchamos por nuestros matrimonios cada día, en cada reunión de grupos en casa, seminarios, reuniones especiales a través de las cuales seguimos sembrando la palabra y desafiándolos a vivir conforme a ella.